Niceto Mujer Cebra Crónica

 La noche oscura del 19 de mayo comenzó con frío. Todo indicaba que iba a ser una fecha inolvidable: los chicos habían agotado todas las entradas en Niceto. Me sentía identificada al observar la cantidad de remeras de Mujer Cebra que había en la fila; pensé: yo también pertenezco al nicho.

Las puertas abrieron, las ansias aumentaron, y en un abrir y cerrar de ojos comenzó el show de Niña Lobo. Arrancaron con "Hilary D". Mi amiga uruguaya se mostró con orgullo hacia el quinteto; en la sala yacía hilaridad: “¡Uruguay, Uruguay, Uruguay!”, exclamaban. Se sentía una unión hermosa, y los que por primera vez escuchaban a Niña Lobo quedaron sorprendidos.


Luego de una breve pausa y exclamaciones previas como: “Olé, olé, olé, Cebra, Cebra”, se abrió el telón e inmediatamente comenzó el mosh. La "Adrenalina" era lo que prevalecía; la voz de Santi perdiéndose en cada esquina del lugar, sumada al efecto de contraluz en el escenario, generaba una atmósfera onírica indescriptible, común en las canciones de Mujer Cebra donde la luz es un elemento fundamental. Los movimientos frenéticos y protagonistas de Gordo al tocar, como en la intro de “Nadie va a decidir por vos”, irradiaban una energía sumamente positiva al show, haciendo difícil despegar los ojos de él. Pato, la fiel representación del público, interactuaba constantemente con este a pesar de tocar un instrumento tan estático y tener una ubicación trasera, destacando de manera protagónica.


Fue una gran sensación por fin estar "escuchando" (gritando) todas las letras que escuchaba sola en mi habitación, pero esta vez no era así, éramos una multitud cantando al unísono: “Y tal vez yo esperé demasiado, voy a tirarme a dormir”, y más letras que me interpelan desde adentro. No era la única que sentía esto. Somos una generación identitaria que necesita sentir una voz que nos atraviese; Mujer Cebra lo logra y está marcando el "ahora" de la juventud argentina actual, ya sea políticamente o a través de sentimientos diarios humanos, como un consuelo que necesitamos escuchar: “Descansa, que no piensen solos”.


La misa culminó “entre la luz y el calor”, extasiada y con un cierre épico donde todos esperábamos saltar con “Salto”. Una noche de un “Otoño Imperdonable” que jamás voy a olvidar.








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